8 de marzo de 2013

Escuela de calor

dIABLO
Sólo a las niñas guapas y a los hermanos que se las presentaban, que también lo eran, les permitían entrar en primer lugar, pues desde tiempos inmemoriales a ellos se les tenía por muy, muy feos. Ya una vez dentro, las altas temperaturas reinantes les quemaban las ropas, chamuscaban los cabellos, tiznaban los cuerpos y les conferían aquel tono rojizo subido tan característico, segando de raíz cualquier atisbo de honestidad, responsabilidad, respeto o compromiso personal y comunitario, que eran valores más propios de trasnochados museos axiológicos que de los tiempos actuales, según sus propias palabras. También, por ser guapos, pasaban a ocupar la primera fila de aquellas endiabladas clases, obteniendo gratuitamente un tridente acorde con sus ya acreditadas dotes de soberbia, arrogancia, avaricia, desfachatez, cinismo y mala hebra. El rabo, los cuernos y la piel de cordero tenían que ganárselos. No todo iba a ser tan sencillo. Pero la lección la traían bien aprendida de casa. Sabían muy bien que la debilidad humana era infinita, que era fácil conseguir que unas cuantas almas aceptaran comisiones ilegales, evadieran algo de capital o iniciaran sus pinitos de fraude a la Hacienda Pública. A la vista estaba. Solo había que pinchar un poco.


No hay comentarios:

Publicar un comentario