¡Pum! |
Pisar podio iba a costarle caro. En la salida
no había contacto visual y las suprarrenales secretaban adrenalina como
surtidores de REPSOL… ¡Pum! Un maremágnum de ciclópeos gemelos patearon el
tartán como si fueran a pillar sitio en una conferencia de Stephen Hawking:
¡Toño!, lo que faltaba (¿…?). El primer trescientos lo corrió tras los clavos
de marroquíes y keniatas. Mantuvo la zancada y el segundo paso por meta lo hizo
en cuarto lugar. Aumentó el ritmo pero recibió un codazo (¡ouch!) que le
impidió colocarse en tercera posición: ¡Toño, cálmate ya, que me tiras de la
cama! (¿Qué…?). Sonó la campana y aprovechó el tirón para hacerse con el
segundo puesto. Lo peleó a muerte y al enfilar el último doscientos recibió un
empellón que lo lanzó al suelo (¡cataplof!) como un fardo: ¡Ahora no, Toño,
joder, que ya compré los pasajes! Ma, ¿qué le pasa a pa? Nada, Pacita, una – taque
- pilético. ¿Nada?, pero si está convulsionando: ¿se va a morir? Qué va,
Pacita, ni de coña, para eso trabajo en una clínica. Pero de conserje, ma, de
conserje. Da igual: lo empastillamos con Depakine y de aquí, Paz, tiramos pa´ Londres
como Gloria que me llamo.
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