Mi héroe
De ese trabajo tan poco
edificante no puedes esperar nada bueno, Susan, susurró Paul mientras bebían
cola y compartían palomitas en los Yelmo. Susan se removió imperceptiblemente en
la butaca mientras las estrellas de la Paramount correteaban por la pantalla, y él volvió a la carga soplándole al oído: ¡Mírate!,
pareces Johnny Deep en Sombras Tenebrosas.
Haz algo con tu vida o perecerás abrasada en los Océanos de fuego que atravesó Vigo Mortensen a lomos de su
mustang: córtate el pelo, practica body pump, vístete de Prada… Ponte bien
contigo misma para que las personas que están a tu alrededor también se sientan
bien. Susan tragó saliva, se secó con el dorso de la mano una lágrima delatora
que corría por su mejilla y, cuando quiso decir algo, a quien la sala oyó fue a Pepper
Potts diciendo: “Ironman, gracias por
estar ahí cuando más te necesito”.
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