Monk |
“¡Pero si es una mona!”, fueron las últimas palabras con sentido
que pronunció una anciana nonagenaria instantes antes de perder los dedos índice, corazón
y anular de su mano derecha por meterla en el carrito de un bebé que sus padres
dejaron olvidado por descuido en el parking de un conocido supermercado de las
afueras. Según se cree, una hembra de chimpancé fugada del circo Primus Pilum que días antes había
perdido a su pequeñuelo en las garras de un tal Simba, asumió instintivamente la guarda y custodia del cochecito (y
de la criatura que iba dentro, claro). Al parecer, la mona mordió salvajemente
la mano de la anciana en respuesta a las repetidas carantoñas a las que sin miramiento
alguno estaba sometiendo a “su nueva cría”,
bajo el temor de volverla a perder. Al benjamín se le encontró en perfecto
estado de salud, comiéndose un plátano canario Eurobanan (con manchas negras) y diciendo algo así como “eta no é mamá, eta no é mamá”. Los
padres de Monk, que así se llamaba el
bebé, lamentaron el accidente de la abuela, pero agradecieron sobremanera al
primate que cuidara tan bien de su retoño, afirmando que “Ellos también lo hubieran hecho”.
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