17 de febrero de 2022

Donde ponía el ojo...

No había flecha que le pudiera hacer daño, ni pesadilla que le asustara, ni perro que le ladrara..., se repetía procurando estarse quieto, como un poste clavado al suelo. Eso sí, esperaba que existiera algún dios, o algo o alguien, que le protegiera en casos como aquel. Atenazado por los nervios, gritó desde cien pasos de distancia: “Padre, lanza la flecha ya. No voy a estar todo el día aquí con la manzana en la cabeza”.

Nota: dirección de imagen https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcQX3M2d96ZH6WQXpLyjy6tpI28ZuDKJNVB9JA&usqp=CAU

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