7 de febrero de 2013

Teatro para dormir en paz

Hombre del saco
“Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel”, dijo la abuela desde el fondo del dormitorio, adornando la expresión con los mismos gestos y aspavientos que utilizó en sexto de Primaria para colarse en el grupo de teatro, mientras observaba por encima de sus gafas a Gabri pegado a la falda vaquera de su madre como arco a las cuerdas de violín.
-¡Si, como un ángel le voy a dar yo!, grité enfurecido entrando en la habitación, mirando a derecha e izquierda, buscando al temible malhechor. ¿Dónde estás? ¡Por mucho que te escondas, te encontraré!
-¡Allí, , allí…! Señaló Gabri ansioso, en dirección a la cuna.
Me acerqué en dos zancadas, cargué con la almohada y, simulando un esfuerzo sobrehumano, la arrojé sin contemplaciones por la ventana.
-¡Vete y no vuelvas más, Hombre del Saco! ¡Aquí no te queremos! Y entérate de que fue Gabri quien nos dijo que estabas en su cuna.
Gabri soltó a su madre y corrió como una exhalación hacia la ventana, comprobando satisfecho como desde el jardín el abuelo le indicaba con la cabeza que sí; con las manos, que fin, y con la una sobre las otras, que ya podía dormir en paz.

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