Y restos de lágrimas en las
mejillas con mocos secos en el dorso de la mano y un fuerte dolor abdominal eran con
lo que me quedaba yo –mira que cuadro, suspiraba
mi madre, lástima de hijo... y de padre- después
de que éste, mi profe particular, me
hiciera desternillar de risa en el sillón con su previsible repertorio de absurdas
comicidades. Deja ya al niño, que va a explotar, regañaba mi madre -no sé quien será más infantil:
si el hijo, o el padre, pensaba-. No ves que acaba de comer, que solo
tiene seis años y necesita algo más que estar diagnosticado de altas
capacidades para entender esa retahíla tuya que parece no tener fin. Si ni siquiera
esa historia es así… A mí, lo que me enseñó la catequista, fue que había que ahorrar
en los tiempos buenos para cuando llegaran los malos, y no que unas pocas vacas gordas, gooordas,
estaban tan gordas porque no dejaban
comer a las flacas, flaaacas, que estaban tan flacas porque unas pocas vacas
gordas, gooordas… Duele la cabeza con solo pensarlo. Suerte que eres docente,
que si no…
Flora, Estrella, Careta y Mariposa. |
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