La Marinera |
Bienvenid@s a CuatrocientosCuentos. Aquí encontrarás historias, vivencias, diálogos y relatos cortos salpicados de imaginación, creatividad, humor y sentido de la realidad. Adelante. Pasa. Espero que disfrutes (si te apetece, deja tus comentarios en las entradas. Gracias).
L i c e n c i a de autor
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17 de mayo de 2016
Más que una ventisca
8 de mayo de 2016
La culpa fue de Pepe
¡Viva!, ¡viva...! |
Ella no la quería y él tampoco la buscó. De repente,
se encontraron una bonita amistad que no quisieron fastidiar, asunto ese que los adultos hacemos de maravilla. Cuidaron detalles, midieron palabras, calcularon bromas y
pusieron puertas a los sentimientos, pero los días empezaron a resultarles
cortos, las semanas breves y los meses, un suspiro. Las Navidades les
parecieron frías y aburridísimos los Carnavales. Hasta Semana Santa mantuvieron
la compostura, cuando las necesidades domésticas les llevaron a las puertas del
mercado como si a un photocall se
tratara: él pelado marine y ella con
melena suelta al viento; él de vaqueros y polo, y ella de frescos estampados
primaverales; él con pose a lo James Dean, pero sin moto, y ella luciendo una
sonrisa como el auditorio Adán Martín. A él le pareció ridículo soltar un hola,
cómo estás, y a ella patético el yo muy bien y tú, ¿qué tal?, así que sin saber
muy bien cómo ni por qué, se saltaron las líneas rojas y se fundieron en un
abrazo que duró, duró y duró hasta salir el sol por occidente. ¡Eso sí fue un
abrazo! Poco a poco, descendieron de las puntas de los pies donde habían
subido, asentaron los talones en el suelo, abrieron los ojos y dijeron sí, el
mundo sigue girando. Hicieron la primera compra juntos y salieron del comercio con
la sensación de haberse declarado amor eterno, para una temporada o, quizá, tan
solo para un rato, el tiempo lo diría. ¿Y el lunes, cuando lleguen al trabajo, qué? Tal
vez me echen la culpa a mí, a Pepe, el conserje, de que estuve pregonando por
ahí: “Esos se echan antes al monte que al patio de un convento”. A decir verdad,
no me importa, porque siempre lo hacen: si llueve, Pepe; si no llueve, Pepe…
pero ¡caray!, si se veía venir de lejos, si lo sabía toda la planta. ¿Saben? No
tengo cargos de conciencia y me alegro mucho por ellos. La vida se vive solo una
vez, y no dos. ¡Hala! ¡Qué la disfruten!
7 de mayo de 2016
Chica díver
Elsa |
Soy feliz. De pequeña tenía pecas y una sonrisa ¡ja,
ja! en la cara. Como tardaba tanto en hacer las cosas, las educadoras me
contaban cuentos, cantaban canciones y hacían toda clase de actividades habidas
y por haber. Como no hablaba tan bien como otras niñas, la logopeda me enseñó a
soplar globos, a beber por pajita y a repetir trabalenguas como el de Pablito,
Paco y los cocos, y el de unos tigres que no estaban contentos, o algo así. Y
como aprendía con más esfuerzo que los demás, me pusieron una maestra a la que
llamaban Peté. Peté me enseñó a leer y a escribir, a sumar y a restar. También me
enseñó algo de inglés: what is this
colour? Red, is red… En el Instituto la orientadora me llamaba chica
díver. Cuando le preguntaba por qué, me decía: “Porque eres divertida”. Allí
conocí a un chico. Mira tú. Un chico. Nos hicimos amigos. Más que amigos, lo
siguiente. Cuando empezamos a salir me ponía roja como un tomate. Por eso se me
ocurrió la idea de cultivarlos. Huertas y huertas de tomates que vendo en el mercadillo a dos euros el kilo En el puesto de la Colorá,
me dicen, como el del timple. Soy feliz. Soy más trabajadora que muchos y más
diligente que otros. Me levanto con el sol y me acuesto con los mirlos. Nadie
me dice lo que tengo que hacer. Todos me quieren como si fuera su hija. Mira
tú, ¡cuántos padres! Y…¡ah!, se me olvidaba, también hago mermelada con los
tomates que sobran. Mmm, está muy rica. ¿Quieres probarla?
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