"...alineaba cochecitos..." |
Encendió el tablet
y abrió el archivo. ¿Ya estás pegado?, masculló su mujer. Él buscó sus ojos y
torció el gesto, confirmando lo evidente. Se metió en la historia e imaginó una
niñita con poderes y padres detestables que acaba siendo adoptada por su
cándida maestra… Su mujer trataba problemas escolares y contaba casos como el
del niño que alineaba chapas, cochecitos y zapatos (los de su madre):
tacón-tenis-china, tacón-tenis-china. Volvió a su historia e imaginó un ogro que rescata a una
princesa para recuperar su ciénaga… Otro caso que contaba su compañera era el de
una chica desprotegida que asumía roles autoritarios: “Soy la directora”,
decía, poniendo gesto adusto y brazos en jarra. Por enésima vez retomó su historia y pensó en una hacker que abrasa a su padre con una cerilla y un bidón de gasolina…
Su pareja también contaba el caso de Ray, al que preguntó qué animal tenía
cuatro patas y hacia guau, y contestó que un hipopótamo porque su capacidad
atencional daba justo para dos palabras: cuatro y patas. No, definitivamente no
tenía historia ni personaje. Cerró el archivo sin guardar cambios y apagó el tablet presionando tres segundos la
tecla off.
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