"Bum, bum..." |
Bum… Los cañonazos alumbraban la noche frente
a las atentas miradas del vecindario. Bum, bum, bum… Parecía la de San
Quintín, Waterloo o Pearl Harbor, vaya usted a saber. Bum, bum… Los chiquillos
correteaban en la plaza recogiendo los cohetes quemados que aterrizaban por todas
partes… Cuando todos esperaban la traca final para marchar a sus casas, alguien
gritó que había fuego en el monte. Llama a los bomberos, apremiaron unos al
concejal de cultura, fiestas y celebraciones varias. No, es mejor a los de medioambiente,
urgieron otros al de parques, jardines y monte bajo. A quién se le habrá
ocurrido la brillante idea, preguntaron todos al alcalde, que no sabía si ir,
venir o estarse quieto. Al que asó la manteca propusieron unos clientes del
Grill El Atracón, que habían salido un momento a disfrutar del evento. La
inquieta mujer del electricista opinó que, fuera quien fuese, debía tener los
plomos fundidos; y que no llegaba a dos dedos de frente aseguró el maestro,
quien dijo saberlo de buena tinta. Gracias a que fue el pajar del Pepón lo que
ardió, que si no va toda la corporación al calabozo por autorizar semejante
despropósito pirotécnico en plena canícula estival.
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