Por poco, ¿eh, amigo? |
Su mujer lo sorprendió en el garaje subiéndose
a la bici. Ten cuidado, le dijo. Él
restó importancia al comentario porque el domingo por la mañana apenas había
tráfico en la carretera. Era la misma carretera secundaria por donde un tráiler
de 30 metros de largo y 20 toneladas de peso avanzaba peligrosamente invadiendo
el carril contrario en los tramos más comprometidos. Todo sucedió en un golpe
de pedal. La bestia metálica apareció en la curva devorando la calzada hasta
dejar dos palmos de asfalto que le salvaron de morir con la cabeza reventada
contra la carrocería del camión que en medio del chirriar de frenos, gritos
desesperados y una densa polvareda gris embarrancó 50 metros más adelante
destrozando vallas, arbustos y todo cuanto encontró a su paso. La sangre golpeaba
sus sienes, un sudor frío corría por su
espalda y el tembleque de las piernas le obligó a bajar de la bici e hincar las rodillas en el suelo
hasta que las fuerzas le abandonaron. Por poco, ¿eh, amigo?, por poco… le decía
el camionero dándole palmaditas en la espalda mientras él sacudía la cabeza
incrédulo y sentía el calor del orín entre las perneras del culotte.
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