Zzzzzzzz |
Sin saber
por qué, le di un puñetazo, pero fue más rápido que yo y, henchido cual tonel de vino 0+, levantó el vuelo para
aterrizar en un lugar del techo donde se creía inalcanzable. Tomé la pala
matamoscas, le di las gracias a Papá Noel por regalármela ex profeso, y le aticé un estacazo que le hizo explotar como un
tomate cherry bajo las ruedas de un Ferrari. Fue un acto terapéutico. Exhalé un
suspiro que se oyó desde Morón y descansé, por fin, en los
brazos de Morfeo, sin importarme demasiado lo que pasara en el resto del mundo –o
en aquella base aérea.
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