10 de julio de 2014

Aún es pronto

Ella dijo que era pronto
Pidió la 201, o la 205, si podía ser. Introdujo la tarjeta en la ranura y entramos: servicio a la izquierda; dos camas al frente; mueble, televisión y cuadro a la derecha. Me tiré en una de las camas. Ella dijo que era pronto. Me dio la espalda y comenzó a desnudarse porque iba a darse una ducha. Luego se acercó, preguntó si no me importaría y se me subió encima a horcajadas, sin esperar respuesta. Era muy fuerte y no la contrarié (…). Me duché y me vestí. Aún es pronto, repitió. Me relaja (…). Nos duchamos y nos vestimos. Se aseguró de la correcta colocación de los chalecos antibalas y salimos fuera. Con la punta de la pistola me indicó un lugar a su espalda y de una patada echó abajo la puerta de la 203.  ¡Alto, policía! Servicio, izquierda, vacío… Hombre al frente con mano interior chaqueta: ¡quieto o disp…!, ¡bang…! Mujer con maleta: codazo al estómago y esposas a las muñecas. La bala atravesó el muslo y El Gordo cayó al suelo. Métele un torniquete antes de que se desangre. Cogió las maletas con la coca y los sacamos a empellones de aquel hotel de carretera.

6 de julio de 2014

Toc, toc...

¡Toc, toc!
Lo apearon ante el caserón con una palmadita en el hombro y cruzó el umbral de la puerta con un te lo vas a pasar bien, hijo, que él interpretó como adiós, hasta el domingo. Pero pensó en aprovechar la situación para acabar la tarea:
 “…Sorteó el laberinto de muebles que atascaban el hall y, cuando subía por la escalera al segundo piso, observó cómo dos espectros venían a por él, desplazando el polvo que en silenciosas volutas ascendía por los haces de luz que se colaban por los resquicios del artesonado. Retrocedió por el pasillo atrancándose en un cuartucho cuya puerta cedió a la presión de la espalda. Toc, toc... Los aparecidos golpearon la puerta y su corazón el pecho. ¿Estás ahí, verdad? Dijeron desde el otro lado. Y dónde si no, respondió con cierto descaro”.
…Toc, toc. Sus abuelos entraron, le estamparon dos besos y le recordaron que desayunaban a las 9 (si, si…), que almorzaban a la una (ya, ya…),  que el router de 5 a 7 (vale, vale…), y que sería difícil lidiar con su fantasiosa imaginación por más de tres días (pues lo sentía, pero tenía que finalizar la redacción para el lunes).

5 de julio de 2014

El rey del cactus

Cactus Rey
Ironía de la vida. A su padre le llamaban El rey del cactus, pues haciendo honor a su apellido (Rey) abrió una tienda de cactus con ese mismo nombre, y a él le pusieron Cactus Rey, porque era hijo de su padre y porque en el Instituto firmaba con ce y erre (CR) los edictos que se entretenía en promulgar imponiendo hirientes penas a quienes le tenían por rarito y empollón. En la Facultad de Derecho le apodaron El púas, pues crucificaba sin piedad a quienes se atrevían a cuestionarle un dato y, aunque en el turno de oficio empezaron a llamarle Bisturí, en tanto utilizaba su afilada lengua para desollar a los petimetres que por tener dos canas se creían los reyes de la sala, acabaron otorgándole el don, en justo reconocimiento a los méritos logrados... Don Manuel, no: Manuel Rey, para servirle, puntualizaba él con pragmática seguridad.