30 de junio de 2013

Es la testosterona

No, Bob...
-Somos dos tíos fuertes, ¿a que si?, preguntó al aire, mientras manipulaba la nueva nevera serie A como si de un cartón de huevos se tratara. Y esos… ¿quiénes eran?
-Tú eres fuerte, Bob, yo soy elástica. Sigues sin emplear correctamente los morfemas de género, y eso me irrita, puntualizó a su marido, mientras con una mano aseguraba  la olla, con la otra cerraba la puerta del microondas, y con la punta del pie izquierdo mecía la cuna de Jack-Jack situada fuera de la cocina. Esos eran... los de la PIXAR.
-Lo siento, Helen, es la maldita  testosterona. ¡Los de la PIXAR! ¿Y qué querían?
-La testosterona será. Que van a querer, Bob. Hacer una peli. Los invencibles… Los imposibles…,  o algo así. Dijeron que estaban faltos de ideas y que nosotros éramos una familia increíble. ¿Y Violeta?
-¿Pero Helen? ¿Los despediste...? Violeta, Violeta... Ten cuidado no la vayas a pisar. My God, los de la PIXAR. Eso podría significar muchos ingresos, y no vamos sobrados... AhDash apostó que  iría y regresaría de California en menos de quince minutos. Que lo sepas.
-Tú si deberías saber que eso no está bien, Bob, nada bien.
-Pero si me lo prometió…
-Te lo prometió. Y yo soy Cleopatra, Bob, la reina de Egipto. Jurado.

22 de junio de 2013

Minijob

¡Ayyy... suspiro!
Desde entonces papá ya nunca juega con él, pues  mi hermano pasó de niño a hombre durante el suspiro que se le escapó tras la firma del contrato. Mi padre evolucionó  instantáneamente del me tiene preocupado, que va a ser de este chico, pague usted una carrera para esto…, al por algo hay que empezar, mejor eso que nada, al menos no tendrá que pasar por lo que pasé yo cuando tenía su edad (¡no!, antes…). Mi madre, por su parte,  se alegró tanto con lo que le había cambiado la cara, la sonrisa que se le había puesto en la boca, y la novia que estaba a punto de materializarse (novieta se dice ahora, ¿verdad?). Yo, lo que noté, fue que empecé a darme unas interminables duchas al dente (que salgas ya, que pareces un ravioli), me trinqué todas sus pelis (¡incluidas las de superhéroes, tío!), y amortizaba concienzudamente la Play hasta que me dolían los pulgares. Una de aquellas noches en las que aventuraba su mano al interior de la nevera para sacar el pan de sándwich sin corteza y el jamón de pavo, me dijo meneando la cabeza: mucho revuelo para un indecente minijob, ¿no crees, hermanito?

13 de junio de 2013

Que le pinchen Urbasón

¿Cuántos rejos tiene un pulpo?
-La sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del váter, doctor. Dese prisa, por favor.
-Ya voy, ya voy... Y llámeme Doc. ¿De siete patas, dice? Los pulpos tienen ocho tentáculos, como su propio nombre indica: octopus. Igual que el malo de Spiderman Dos.
-Sí, pero los de ella tienen siete.
-Yo he visto pulpos con cinco, seis y hasta siete patas y media, porque las morenas se los comen. ¿Lo sabía?
-Haga algo… Doc.
-Póngase en su lugar. Pobrecilla. Si a usted lo capturasen unos tritones y lo llevasen al fondo del mar en una burbuja, ¿no vomitaría un número impar pongamos de… albóndigas?
-Sí, y me sentiría claustrofóbico, como el Langdon ese de El Código Da Vinci. Una vez en el puente aéreo Madrid/Barcelona vomité rollitos de primavera a los pies de la azafata. Y cuando me quedé encerrado en el ascensor de la Agencia Tributaria, la pota fue de pizza prosciuto. ¡Pero haga algo… Doc!
-Bueno, primero le pincharemos Urbasón, para que deje de vomitar cefalópodos. Y luego  le administraremos Polibutín tres veces al día durante… el tiempo que haga falta. Eso aliviará su estómago.
-¿Mi estómago?
-El de usted no, hombre, el de la sirena.

6 de junio de 2013

Patapalo

Ron, ron , ron, la botella del ron.
-Ordenaron colocarle una venda en los ojos, atarle de pies y manos, y tirarle por la borda (chuculuc) a los tiburones, para que muriera bien muerto.
-¡Hombre!, si así no… Y ¿colorín, colorado, pá, o todavía…? …Sesenta y tres, sesenta y cuatro…
-¡Qué va! Todavía no… Oye, ¿quieres un poco de ron? Es cubano. No, claro que no, si eres un crío… Bueno, ya crecerás.Principio del formulario Mañana atracaremos en Amberes, donde esperan tus vacaciones de verano con la capitana. Ves, una separación de mutuo acuerdo vale más que mil doblones de oro.
-Sí, ya veo… Setenta y cinco, setenta y…
-Y cuando llegues, dale un puntapié a tu hermana. En la espinilla. Así te dejará en paz y comprobará que eres un pirata despiadado.
-Eso no pá… Ochenta y siete, ochenta…
-¡¿No?!  Je, je… que listo eres. Como tu madre. No se le escapaba ni una.  
-Ya es tarde, tengo sueño. …Noventa y nueve…
-Es que se me calienta el pico y… Venga, a dormir. Si no puedes, cuenta calaveras. Hasta cien rebané yo cuando el motín de la Bounty.
-…Y cien. Hasta mañana, Patapalo...
-Hasta mañana, grumete. ¡Por Neptuno! ¿Qué es aquello que ven mis ojos allá en el horizonte?
-Zzz…

1 de junio de 2013

Doce del patíbulo

Doce del patíbulo
El crujido (rr-rr...) de la soga en tensión  y el estruendo posterior del pupitre rodando por el suelo, me pusieron de golpe sobre aviso. Corrí precipitadamente por el largo pasillo que conducía hasta el aula de formación y, mientras con la torpeza que provoca la desesperación intentaba introducir el código de acceso, vi horrorizado a través del cristal de aquella infranqueable puerta de seguridad doce horcas perfectamente alineadas sujetas a la viga central de la sala: de la primera ya pendía su padre; en la segunda, otro convicto agarraba con ambas manos el lazo que atenazaba su cuello, y dijo en voz alta, para que se le oyera: “América”, y en la tercera y siguientes otros diez reclusos permanecían de pie sobre sus respectivos pupitres, con las cabezas próximas a las cuerdas, aguardando su turno de participación. Un último recluso que con aire magistral enfocaba el haz de luz de una linterna de mano hacia la pizarra que colgaba en la pared frontal, respondió agriamente: “Imbécil, no ves que es de seis letras. Es África”, y a continuación oí como el segundo pupitre rodaba violentamente  por el suelo multiplicando por dos el crujido de las cuerdas (rr-rr, rr-rr…). El recluso maestro apagó resignado la linterna, meneó repetidamente la cabeza, y en tono monocorde masculló entre dientes: "Ninguno conseguirá graduarse".