18 de enero de 2015

No era un iglú

...Un iglú para resistir el frío polar...
Inmediatamente pedí que cerraran la tapa del ataúd y comprobé que el frío de la mañana desaparecía al hundirme en el mullido interior de la última novedad de ENSERES FUNERARIOS SA. Desde fuera promotores, diseñadores y tapiceros gritaban qué me parecía el nuevo modelo y, al tiempo que me incorporaba empujando la tapa del cajón con la mano izquierda, contesté que de acabados y confortabilidad Ok, pero carecía de sistemas automáticos de apertura interna, de ventilación asistida y localización GPS, y que tampoco incluía kit de supervivencia, a lo que me respondieron que aquello no era un iglú para resistir el frío polar, o un cohete espacial para viajar a Marte, sino una caja de pino lacado para ir de entierro. Lejos de arrugarme, les solté que lo sentía, pero que dado el estado de catatonia general en que la crisis tenia sumida a la población, o subsanaban las no conformidades reseñadas, o les harían falta dos vidas para obtener la acreditación de enterramiento seguro que la APEMP, la Asociación para la evitación de la muerte prematura, a la cual representaba, otorgaba únicamente a las empresas del sector que cumplían escrupulosamente con los citados requisitos.

8 de enero de 2015

En brazos de Morfeo

Zzzzzzzz
Sin saber por qué, le di un puñetazo, pero fue más rápido que yo y, henchido cual  tonel de vino 0+, levantó el vuelo para aterrizar en un lugar del techo donde se creía inalcanzable. Tomé la pala matamoscas, le di las gracias a Papá Noel por regalármela ex profeso, y le aticé un estacazo que le hizo explotar como un tomate cherry bajo las ruedas de un Ferrari. Fue un acto terapéutico. Exhalé un suspiro que se oyó desde Morón y descansé, por fin, en los brazos de Morfeo, sin importarme demasiado lo que pasara en el resto del mundo –o en aquella base aérea.