25 de septiembre de 2017

¡Tchac!

¡Tchac!
¡Tchac!
Es alta, imponente como una montaña. Su temible hacha no la blande el más fuerte de los hombres. Tumba pinos de un solo golpe y parte troncos de un solo tajo. Le dicen “La de la leña” porque surte de madera a la población. Cuentan que un día se hartó de traer siempre la madera a casa y, ¡tchac!, le cortó la cabeza al marido de un hachazo. La semana pasada Rosario mandó a su esposo a la montaña y este desapareció. Tal vez la historia sea cierta o la montaña mágica. Esta mañana Socorro le dijo al suyo que fuera a por leña y, quién sabe, quizá a esta hora… 

17 de septiembre de 2017

Selección de personal

"Los de la CIA...
Interrumpieron la clase sin avisar y se presentaron como un grupo de investigación. Parecían pinceles: traje, corbata, peluquería… Pidieron voluntarios y levanté la mano. Me pusieron unas gafas virtuales y vi un montonazo de gente entrando y saliendo de un aeropuerto. Me dijeron que debía elegir: a) los pasajeros que entraban, o b) los que salían. Los que se iban andaban a pasitos cortos, como en procesión, pasaban los controles de seguridad cabizbajos y se esfumaban sin dejar rastro. Los que llegaban lo hacían bajo la influencia mágica de algo, o de alguien, porque estaban más contentos que unas pascuas y se reían por nada. ¿Adivinan a quién elegí? Los de la CIA escribieron en su libreta: “Imprevisible, aventurero e irracional. Sirve más para la farándula que para el espionaje”. 

16 de septiembre de 2017

Tardía vocación

"Aquí yace Agapito...
Su mujer falleció de repente. Pasado el trance, comenzó a escribir epitafios que leía ante su tumba: Te fuiste y yo me quedé, recitaba haciendo una pausa en fuiste para acentuar el dramatismo. O también: Tú estás dentro y yo aquí fuera, enfatizando dentro y fuera para destacar la mágica diferencia entre estar metida en un cajón y respirar aire fresco. Tanto emocionaron las declamaciones al vecindario que, una hoy y otro mañana, empezaron a pedirle epitafios que el ya insigne literato redactaba con sin igual maestría. Viéndoselas venir y temiendo que nadie escribiera el suyo, entregó al cura un soberbio pareado para esculpir -todavía no, padre, cuando muera- en su lápida de mármol: Aquí yace Agapito, y su mujer al ladito.