31 de diciembre de 2014

Postales de París.

París, París...
Los corchos saltaron, atronaron aplausos y matasuegras, las uvas desaparecieron tras las campanadas, cayeron confetis y serpentinas, chisporrotearon bengalas y las copas tintinearon celebrando el año nuevo. Él felicitó a los que estrechaban su mano, a las que besaban sus mejillas y a quien estampaba besos en la boca sin que, al parecer, le importara mucho darlos -ni tampoco recibirlos-. La orquesta se impuso sobre el vocerío y le meció durante horas en aquel mar de burbujas, lentejuelas y alegrías sin fin. Cuando necesitó ir al servicio, se encontró ante el espejo con los ojos rojos, el estómago vacío y los pies hinchados de cansancio. Se sentó... Hizo piiiiis… Buscó los 20 euros para el taxi y regresó al piso. Se calentó un caldo de gallina, le puso unas hojitas de hortelana y se lo tomó sorbo a sorbo. Cogió las postales que había retirado del salón cuando su mujer le dijo que iba a comenzar otra etapa en la que él no tenía cabida, y se metió en la vieja cama de matrimonio. Se fijó en los te quiero y en los te amaré siempre, y pensó que aquellos momentos, los de París, habían sido los más felices de su vida. Guardó las postales en la mesa de noche, revisó las whatsapps de sus hijos, se arrebujó bajo las mantas, y se durmió.

19 de diciembre de 2014

Adiós, Pluto.

El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no insistas, decía. Pero no estaba seguro de que lo hubiera captado. Usted ha hecho todo lo que ha podido, continué hablando para hacerla reaccionar. Sé que lo quería mucho, que era un compañero inseparable, pero es ley de vida. Perdone que le diga esto, pero ya sabe qué hacer para aliviar el sentimiento de pérdida:  búsquese a otro. A usted se le pegan a las faldas nada más salir a la calle… Ella se quedó allí, a su lado, mirando el cuerpo inmóvil, esperando que sus pulmones se expandieran una vez más. Pero a Pluto no se le movió un pelo.

11 de diciembre de 2014

Calvario

¡ Ves, Calvario !
Había escrito cien veces: te quiero. Ves, Calvario, como él también sabe, le dijo a su madre que observaba inmóvil desde la silla de ruedas. Solo hay que apurarlo un poco. Y ahora escribes: perdóname por todo lo que te he hecho, y firmas. Cuando acabó, le reventó el cráneo de un disparo, le colocó el revólver en la mano y dejó la declaración firmada sobre la mesa. Ves, Calvario, como no ha sido tan difícil. Le empolvó la cara para disimular los moretones, le pasó un brillo por los labios, la llamó guapa de la hostia, y la sacó, por fin, de aquel infierno.

6 de diciembre de 2014

Nuestro número de la suerte

Es este. El 115. Cerraron la puerta tras su espalda, dejaron las copas por aquí, soltaron las maletas por allá, e hicieron volar sombreros y chaquetas, aflojaron hebillas y cordones, desabrocharon botones, deshicieron lazos y desataron cinturones incapaces de contener por más tiempo los empujes del deseo. Si lo hubieran planificado no hubiera salido mejor. La respiración se entrecortó, el ritmo cardíaco se aceleró y los pulmones bombearon el oxígeno que necesitaba aquel ataque de pasión. Habían tenido mucha suerte. Los seleccionaron in extremis para el servicio del buque más grande del mundo e iban a aprovechar aquella oportunidad que les brindaba la vida. Cobrarían un buen sueldo y al finalizar el crucero tendrían dinero suficiente para empezar casi en cualquier sitio. Con las manos entrelazadas y el corazón palpitante, dijeron adiós al pasado y sus miradas buscaron un futuro esperanzador en la dirección que les marcaba la proa. El  horizonte parecía estar más cerca y las estrellas al alcance de la mano. ¿No era increíble? Definitivamente el 115 iba a ser su número de la suerte.

3 de noviembre de 2014

¡Totoroto!

¡Totoroto!
El muñeco fue el primero en cerrar los ojos cuando le encajó la cabeza en el cepo. Lucía lo llamaba Totoroto y abría y cerraba los ojos cuando lo giraba arriba y abajo. Luego encajó a Lucía y le dijo que cerrara los ojos, como Totoroto. Luego me encajó a mí y dijo así, juntos, como  hermanos. Accionó la primera palanca y la cabeza del muñeco cayó al suelo boca arriba. Lucía abrió los ojos y gritó ¡Totoroto!, ¡Totoroto!, pero logró calmarla diciéndole que estaba vivo porque tenía los ojos abiertos. Iba a accionar la segunda palanca cuando nuestros padres llegaron corriendo como locos a los gritos de Lucía…

2 de noviembre de 2014

Como espuma por la playa

"...como espuma por la playa".
Era temprano. Entrarían sin prisas, dándose todo el tiempo del mundo. Fila 23, butacas 13, 14 y 15. Como su mujer repetía que las cosas no pasan porque sí, buscó una explicación para aquella decisión. La de llevar 23 años juntos y haber tenido una novia a los trece le satisfizo. Se echó unas palomitas a la boca, dio un largo trago al refresco de su hijo y se dejó asaltar por recuerdos ya olvidados… Sí. Con aquella chica quedó por primera vez en el cine. El que tenía las sillas de madera. De tijera, se decía, porque eran de abrir y cerrar. Salías masajeándote el culo cuando terminabas de ver la película… Fue su primer amor. Que guapa era. Y que dulce. Luisa. Caminaba deslizándose sobre el suelo como espuma por la playa. Él era muy joven y no la supo corresponder. Más tarde ella le dijo ruborizada que tenía otro novio. El dio media vuelta y se fue. La volvió a ver esporádicamente, por aquí y por allá, hasta que le perdió la pista. Se pregunta si aún vivirá. Sí, se responde, no hace tanto. Tan solo cuarenta años.

16 de octubre de 2014

Quesos curados.

Quesos curados
Recluida en el pozo seco, pronto se callará, declamó la estudiante de fisolofía, poetisa, o algo así, pero el alcalde dijo que al hambre en el tercer mundo no se la combate con literatura ni al estómago con letras, a no ser que sean en sopas. El repartidor de leche se ofreció a donar mil litros, alguien opinó que era mejor mandar quesos curados y el maestro, a propuesta de los niños y niñas, sugirió mandar las vacas porque daban leche, carne y más vacas. Los vecinos, reunidos en pleno, aprobaron la propuesta docente y felicitaron al maestro por sus prácticas enseñanzas, aunque el de los quesos seguía opinando que los suyos eran de tan buena catadura que se comían de a poco y duraban una eternidad. Como las vacas (o incluso más).

8 de octubre de 2014

Como un azucarillo

¿Pedro?
Hoy parece que ella tiene la voz más dulce que ayer, como un azucarillo. Pero no es la primera vez. Cuando viene así, acaramelada, puedes jurar que algo está buscando. Como cuando me dijo que si no me importaba quedarme una horita más, hasta las cuatro. Así que, cuando sean las tres, ficho y me largo, como un fantasma, no vaya a ser que…
-¿Pedro?
-¿Sí, jefa?
-¿Podrías quedarte una horita más, hasta las cuatro?
-Sí, jefa,  lo que haga falta, jefa. Como algo y me quedo.
-Claro, hombre. No ibas a quedarte sin comer. Sabía que podía contar contigo.

1 de octubre de 2014

Sin apenas darte cuenta

Vio la mañana entrar por los cristales...
Se despertó abotargado, agradeciendo al mundo que no fuera lunes. Se incorporó a medias, se estregó los ojos y vio la mañana entrar por los cristales y Las lunas de Júpiter sobre la mesilla de noche. Cogió el libro, se puso las gafas y reparó en el cuerpo adormitado de su mujer, mostrando la piel de los cincuenta. Se quitó las gafas, cerró el libro y quiso levantarse para ir al servicio, cuando la oyó decir que tenía frío. La arropó pensando que el apuro podía esperar (sí, podía esperar). Ahora fue él quien se quedó quieto, incapaz de espabilar. Amagó un bostezó, se frotó la frente con la mano y estiró los pies, para prevenir un tirón de esos, de los que dan cuando menos te lo esperas. Recordó la fractura de la tibia, buscó arañas en los muslos y descubrió canas en el sexo. ¿Qué, las secuelas de la guerra?, bromeó  su mujer, que no se molestó en darse vuelta. Se fijó ahora en el timbre de la voz, las estrías de la piel y las varices de las piernas. Es la edad, son los hijos… así es la vida, continuó ella adivinando los silencios. Es el precio.

19 de septiembre de 2014

El cuco

En la playa, un submarino...
Como un bigote a lo antiguo, debajo de la nariz… repetía su anciano padre casi sin aliento. En la playa, un submarino… Algo tenía que haberle pasado para que regresara a casa tan alterado, sin perderse, sin tener que ir a buscarlo, o las dos cosas a la vez. Se puso el abrigo y se dirigió al acantilado, desde donde podía divisar el litoral. Vio la línea de playa ennegrecida por el fuel del petrolero que se alejaba en el horizonte mostrándole la popa, ufano, como el cuco cuando pone un huevo.

3 de septiembre de 2014

La leche en la nevera y los cereales en la despensa


...mañana los niños le tocaban a ella...
Braulio, trabajador del servicio de limpieza, no  iba a olvidar fácilmente aquella noche. Y no por la increíble luna llena que hacía, sino porque se le enganchó la camisa en el mecanismo elevador del camión de la basura y fue a parar al interior de la tolva, junto a los desperdicios. Gracias al otro trabajador municipal pudo contarlo, pues accionó de inmediato la parada de emergencia y lo sacó de allí como a una lombriz de un montón de compost. Su pareja se tapó la boca con la mano cuando lo vio entrar en casa, descompuesto, como la vez que se cayó del andamio o se accidentó repartiendo pizzas; se llevó las manos a la cabeza cuando descolgó el título de licenciado y lo estrelló contra el suelo, y dejó caer los brazos, abatida, tras la breve pausa en la que su marido tragó mocos, apagó sollozos, y le recordó tristemente, mirando al suelo, que mañana los niños le tocaban a ella, que la leche estaba en la nevera y que los pocos cereales que quedaban los tenía en la despensa.

18 de agosto de 2014

En el taller.

Diez mil ciento catorce...
-Hola. Habíamos quedado a las ocho para una revisión del vehículo.
-¿El que han comprado, verdad? ¿Me dejan la ficha técnica y me acompañan para tomar unos datos? ¿Cuántos kilómetros tiene el coche?
-Diez mil. Diez mil ciento catorce, para ser exactos...
-Aviso al taller y esperan unos cuarenta minutos. ¿Tiene las llaves puestas? A ver, si... ¿Ven allá... los toldos? Hay una cafetería donde pueden desayunar mientras esperan.

                          (En la cafetería)

-¿Qué desean?
-Zumo de naranja, sándwich mixto vegetal y cortado de leche y leche. ¿Tienen prensa del día?
-Aún no, lo siento.
-Vale. Eso es todo... Cuando llamé para concertar la cita me dijeron que serían unos treinta minutos. Y ya van por cuarenta y cinco.
-Tengan. Cortado de leche y leche, zumo y sándwich. ¿Ok?
-Ok. Si, es como la consulta del médico, pero en el taller. Sabes cuando entras, pero no cuando sales. Y como pongas mala cara, prepárate.
-Al menos en esta cafetería han sido puntuales.
-Es de agradecer.

                        (De regreso al taller)

-Hola de nuevo.
-Tendrán que esperan un poco más, aún no ha comenzado la revisión.
-Nos quedamos aquí, en la zona de espera. Hala, a leer revistas... ¿A ver qué tenemos por aquí? HYUNDAY BLUE WAVES, CESVI MAP, PASION SEAT... El Seat León está tirando fuerte.
-Si. El de la portada. Rojo. Como el de Borja... Me aburro. Voy a sacar el móvil y me pongo con los Angry birds.
-Ya está. El mecánico trae el coche. ¿Todo bien?
-Si, perfecto. Pero convendría un cambio de aceite, para evitar sorpresas indeseables. 26,70. ¿Efectivo ó tarjeta?

10 de julio de 2014

Aún es pronto

Ella dijo que era pronto
Pidió la 201, o la 205, si podía ser. Introdujo la tarjeta en la ranura y entramos: servicio a la izquierda; dos camas al frente; mueble, televisión y cuadro a la derecha. Me tiré en una de las camas. Ella dijo que era pronto. Me dio la espalda y comenzó a desnudarse porque iba a darse una ducha. Luego se acercó, preguntó si no me importaría y se me subió encima a horcajadas, sin esperar respuesta. Era muy fuerte y no la contrarié (…). Me duché y me vestí. Aún es pronto, repitió. Me relaja (…). Nos duchamos y nos vestimos. Se aseguró de la correcta colocación de los chalecos antibalas y salimos fuera. Con la punta de la pistola me indicó un lugar a su espalda y de una patada echó abajo la puerta de la 203.  ¡Alto, policía! Servicio, izquierda, vacío… Hombre al frente con mano interior chaqueta: ¡quieto o disp…!, ¡bang…! Mujer con maleta: codazo al estómago y esposas a las muñecas. La bala atravesó el muslo y El Gordo cayó al suelo. Métele un torniquete antes de que se desangre. Cogió las maletas con la coca y los sacamos a empellones de aquel hotel de carretera.

6 de julio de 2014

Toc, toc...

¡Toc, toc!
Lo apearon ante el caserón con una palmadita en el hombro y cruzó el umbral de la puerta con un te lo vas a pasar bien, hijo, que él interpretó como adiós, hasta el domingo. Pero pensó en aprovechar la situación para acabar la tarea:
 “…Sorteó el laberinto de muebles que atascaban el hall y, cuando subía por la escalera al segundo piso, observó cómo dos espectros venían a por él, desplazando el polvo que en silenciosas volutas ascendía por los haces de luz que se colaban por los resquicios del artesonado. Retrocedió por el pasillo atrancándose en un cuartucho cuya puerta cedió a la presión de la espalda. Toc, toc... Los aparecidos golpearon la puerta y su corazón el pecho. ¿Estás ahí, verdad? Dijeron desde el otro lado. Y dónde si no, respondió con cierto descaro”.
…Toc, toc. Sus abuelos entraron, le estamparon dos besos y le recordaron que desayunaban a las 9 (si, si…), que almorzaban a la una (ya, ya…),  que el router de 5 a 7 (vale, vale…), y que sería difícil lidiar con su fantasiosa imaginación por más de tres días (pues lo sentía, pero tenía que finalizar la redacción para el lunes).

5 de julio de 2014

El rey del cactus

Cactus Rey
Ironía de la vida. A su padre le llamaban El rey del cactus, pues haciendo honor a su apellido (Rey) abrió una tienda de cactus con ese mismo nombre, y a él le pusieron Cactus Rey, porque era hijo de su padre y porque en el Instituto firmaba con ce y erre (CR) los edictos que se entretenía en promulgar imponiendo hirientes penas a quienes le tenían por rarito y empollón. En la Facultad de Derecho le apodaron El púas, pues crucificaba sin piedad a quienes se atrevían a cuestionarle un dato y, aunque en el turno de oficio empezaron a llamarle Bisturí, en tanto utilizaba su afilada lengua para desollar a los petimetres que por tener dos canas se creían los reyes de la sala, acabaron otorgándole el don, en justo reconocimiento a los méritos logrados... Don Manuel, no: Manuel Rey, para servirle, puntualizaba él con pragmática seguridad.

29 de junio de 2014

Asesoras pedagógicas

Nunca jamás 
Luego, si se fijan, acaban arrancando esa hilacha de su pantalón, sacudiendo el polvo de las posaderas y, si prestan atención -continuó el Securitas-, verán cómo amenazan con cortarle el pito con esas tijeras… ¡esas!, y apretó el stop del vídeo de seguridad para dejar en primer plano al objeto cortante.
-Pero si son sus hermanas, exclamó confundido el Director del colegio. Por Dios, que eso no es acoso. A ver, ¿qué dicen las niñas?
-Que se la va a cargar cuando llegue a casa por romper el pantalón.
-¿Y el niño?
-Que nunca jamás volverá a jugar al fútbol en el patio.
-¿Y usted? Pues no sé..., ¿que serían unas buenas asesoras pedagógicas?

22 de junio de 2014

Pregúntale a Kitty

Padre e hija se abrazaron...
En época de tormenta el frío, la lluvia y el tedio reinaban sobre La Tierra. Las gentes usaban gorros, bufandas, abrigos, guantes y gruesas botas que les aislaban del triste mundo exterior. Por eso, cuando el sol brilló por fin, no supieron qué hacer. Nadie sabía qué hacer. Podríamos preguntarle a la maestra, sugirió una niña a su padre. Pero la señorita Kitty no halló solución alguna en los libros escolares. El cura leyó un pasaje de La Biblia según el cual vendría lo que estuviera por venir, y la alcaldesa comprobó en el libro de actas que cuando asumió el mando ya era época de tormenta. Desilusionados por no encontrar respuesta (y sentir un hambre atroz), decidieron ir a casa de los abuelos quienes, enterados de sus preocupaciones, les explicaron que en tiempos de sol brillante las gentes se preguntaban por lo que hacían en época de tormenta, y en la de tormenta, por qué hacer en la de sol brillante, en lugar de disfrutar de las maravillas que nos rodean. Padre e hija se abrazaron, bailaron, se engarzaron margaritas en el pelo y lucieron desde entonces sonrisas tan grandes como los cruasanes que los abuelos prepararon para desayunar.

14 de junio de 2014

No era broma

Saltaban las alarmas...
Era una pesadilla. Era como comparecer ante ellos mismos y decirse que sí, que les estaba pasando. A ellos, que trabajaban 24 horas en una prestigiosa firma que les permitía tener una gran casa, un buen coche y darle a él móviles, tabletas, portátiles y lo que fuera menester. Tenían la amarga sensación de estar pagando una fianza sine die por las andanzas de un chiquillo que les estaba partiendo el corazón y robando el alma. Saltaban las alarmas y no sabían desactivarlas: la de faltar dinero, la de fugarse del Instituto... La policía les advirtió, abogados, de las compañías en las que andaba su hijo. Pero, ¿cómo enseñas a un adolescente al que le dices algo hoy y mañana tienes que repetírselo, repetírselo y repetírselo? Pues hablen su lenguaje, pídanle su opinión, consulten a Calatayud… Aconsejaron alegremente en el bufete (perdonen, es broma, se corrigieron al ver sus caras). 

5 de junio de 2014

A 30 metros de pozo

Rescue dog
Mucho me temo que vienen a rescatarme, debió pensar. Habrán oído mis gemidos cuando caí al pozo. ¿Estás bien, Jefe?, les oyó preguntar. Los pelos se le erizaron e intermitentes temblores sacudieron su maltrecho cuerpo. Alguien dijo apártense, voy a por él. En tres segundos descendió los 30 metros de pozo y se plantó junto al animal. Está malherido, gritó, tendré que sacrificarle. Lo remató, lo aseguró al arnés y tiró de la cuerda para que lo extrajeran. Entretanto, ocultó el cadáver de la chica entre las basuras y escombros del fondo. Maldito perro, farfulló. Esta vez casi me trincan. 


1 de junio de 2014

Señorita a la de tres

Pues voy a coger un Diario de Greg y...
-A veces Darío pillaba un libro, se metía en la cama y se quedaba allí hasta terminárselo. Ese truco lo aprendió a los 9, cuando una apendicitis le mantuvo hospitalizado el tiempo necesario para leerse todas las ¡Hola! e Interviú de la planta. Toma, esta es nueva, le decían.
-¿Quiénes? ¿Los médicos?
-Y las enfermeras, y todo el mundo. A partir de ahí, lo puso en práctica una semana si y la otra también. ¿Pero, otra vez enfermo…? Tengo la alergia, refunfuñaba. Tosía, escondía la cabeza entre las páginas y se cerraba como un lirio al atardecer.
-¡Qué listo! Pues voy a coger un Diario de Greg…
-Ni lo sueñes, señorita. Lo que vas a coger es la cama, apagar la luz (clic) y dormirte a la de tres.
-¿Y a Gerónimo Stilton?
-Tampoco.   
-Mamá, ¿dónde está Darío
-Ssst, Corín. A dormir. Se hace tarde.

Aprobó la PAU y se fue a Salamanca a estudiar Literatura. Escribía largas cartas para practicar, decía. La adversidad del azar y un deficiente sistema inmunológico pasaron esa queridísima página de nuestra historia. Pero la vida nos mostró la siguiente aun por escribir. Pelo negro, mirada inquieta… Es la viva imagen de su hermano.

Dos puntos cardinales

"...y la otra Porelotro e indicaba la Luna"
En la isla de las mujeres había dos puntos cardinales: Porunlado y Porelotro. Un día apareció un niño  Porelotro. Ellas lo miraron y él se quedó mirando. Una alargó los brazos y dijo mi niño, y él extendió los suyos y repitió mi niño. Lo llamaron Alteración X21. Alteración creció intentando adaptarse a aquella realidad. Cuando empezó a oler demasiado, usó flores silvestres; cuando le salieron pelos en el cuerpo, utilizó cera caliente, y cuando su voz se volvió grave, ya no supo qué hacer. Se echó al mar en una balsa, con una inmensa confusión y un mapa con dos flechas. Una apuntaba Porunlado y señalaba al Sol, y la otra Porelotro e indicaba la Luna. Miró al frente y vio el Sol, y creyó ir en la buena dirección. Al cabo, llegó a la isla de los hombres. Estos notaron que atraía a las mariposas, tenía poco pelo y sufría amigdalitis, y lo llamaron Down X21. El muchacho supo entonces quién era y, aunque lo trataron bien, solo se quedó el tiempo justo para descansar, cargar la balsa con provisiones y despedirse de los amigos. ¿A dónde vas?, le preguntaron. ¿A dónde vas?, repitió, y puso rumbo Haciaotrositio.

22 de mayo de 2014

Con acento ucranio

«Газпром» 
Solo cenizas encontrarían cuando consiguieran apagar el fuego. Y la que estaba cayendo en el país proporcionaba suficiente distracción. ¿Quién iba a investigar la desaparición de una inmigrante en un casucho de las afueras?. La culpa sería de GAZPROM (como siempre), la gasística rusa esa, la de Putin. ¡Y parra entonces ya estarremos tomando el sol en tu tierra donde seguirrán de fiesta celebrrando la UEFA y la Champions league, arre! La mujer repitió que no era arre, sino olé, y preguntó si no había un plan mejor, porque sin blanca y con acento ucranio no iban a llegar muy lejos.

18 de mayo de 2014

Pintura amarilla

Equipo verde
Luego cruzó el pasillo, bajó al sótano y mató al prisionero que yacía atado en el suelo. Pero si ya estoy muerta, gruñó, observando como escurría la pintura amarilla de su casco. Venga, Thor, desátame y salgamos de aquí. ¿Viuda Negra? A mí no me la pegas como a Hulk. Necesitarás algo más que suerte para ganar esta partida. La asió por las axilas y la empujó escaleras arriba, pero trastabilló y perdió el sentido al darse de bruces contra el primer escalón. ¡Si señor!  Haciendo honor a tú nombre: Thor-pe. Le cambió el casco y salió del sótano arrastrándolo por el cuello del chaleco entre los vítores del equipo verde. 

29 de marzo de 2014

Desequilibrio en el ecosistema

"El minino se merendó al loro."
-Luego cruzó el pasillo, bajó al sótano y mató al prisionero, Señor.
-Al pájaro, querrá decir.
-Si, al pajaro. Disculpe, Señor. es la jerga militar.
-Continúe.
-Pues eso. Vi a la otorringóloga con la jaula y le ofrecí transporte hasta su casa.
Ornitóloga, soldado!
-Ornitóloga, Señor. Colocó la jaula en el sótano y me ordenó vigilar al gato.
-¿Y desobedeció la orden?
-No, pero cuando se enteró que me llamaba Perico, me invitó a anidar. Bastó un despiste en los preliminares para que el minino se merendara al loro. Se enfadó muchísimo. Consigo misma. Lo siento, me dijo, pero este desequilibrio en el ecosistema me impide finalizar el cortejo.

20 de marzo de 2014

Al primer beso

¡Uy!
La vergüenza que nos ganamos aquella noche, en cambio, nos acompañaría para siempre. A mí, de hecho, me persiguió toda la vida. Aun hoy siento taquicardias cuando lo recuerdo. Fue  en la plaza y con la hija del alcalde, en un momento en el que nos preocupaba más la satisfactoria evolución de nuestros caracteres sexuales secundarios que aprobar el Graduado en ESO. Nos metimos detrás de un tambaleante decorado carnavalero que se vino abajo al primer pico. Pero fulanita, ¡uy!, pero menganito, ¡ay!, a estas horas, un paseo, ¡un paseo!, se nos cayó encima, ya vemos…  Años. Años ha estado mi madre preguntándose por qué acelero el paso cuando me acerco al Ayuntamiento.

14 de marzo de 2014

400

Cuatrocientos
Nuestros mismos ojos, dijo, masajeándose las ojeras con el índice mientras se observaba por el retrovisor. Nuestro mismo pelo, ironizó, surcando las canas con los dedos. ¡¿Qué es esto?! ¿Manchas en las manos...? Estacionó como pudo, cargó el bolso a la izquierda y salió disparada hacia al despacho. ¡Corra, jefa, ahora son cuatrocientos! ¿Pero ya viene usted sudando...? Aquel trabajo le estaba pasando factura. ¿Quién se lo iba a agradecer? ¿La comisaria europea Malmström? Tendría que estar allí, ahora. Abrió la ventana y con el fresco se coló un quiquiriquí desde no se sabe dónde. A ti tampoco te oirán en Bruselas, pensó.

9 de marzo de 2014

Matías, el tonto.

Hay que ser tonto
Tanto visitante inesperado me ponía de los nervios. Sobre todo la mujer con Los pendientes en forma de corazón y gargantilla a juego. ¿Cómo podía ser tan, tan..., tan  no se qué? ¿Acaso no veía el cartel con los horarios de visita y las ganas que tenía de cerrar la puerta y largarme para casa? Una y otra vez acudía fuera de hora, y una y otra vez tenía que repetir lo mismo: vuelva usted mañana, pero de cuatro a once.  Hoy noté un brillo en su mirada. Es tarde, tendrá usted… (no terminé la frase). ¿Qué volver mañana (concluyó ella)? Serás tonto, Matías, ¿no ves que vengo por ti?

5 de marzo de 2014

10 tabletas de chocolate

Choco, pasó por mi casa, late, de mi corazón. 
Tanto visitante inesperado en la clausura del festejo desbordó las previsiones municipales. Para aquel tropel de gente necesitaríamos más chocolate. ¿Qué hacemos, alcalde? Trae otras 10 tabletas, Mauricio. Turistas como estos nos sacarán de la crisis, no te quepa la menor duda. Hice un gesto y Paquillo salió zumbando hacia el mercado con una bolsa plástica que se agitaba en su mano como la bandera de La Benemérita cuando azotaba el viento. ¡¿Cuántas, Mauricio?! Me gritó el pillastre en plena carrera. ¡Diez! Y levanté las manos mostrando a las claras que la sierra de carpintero me había segado más de un dedo. ¡Malditos turistas!

13 de febrero de 2014

Exit

¿No le gustaba la música?
Había brotado en medio del huerto un imponente piano de cola y aun palpitaban fuertemente sus corazones tras haber visto desaparecer al del fagot bajo un timbal caído del cielo. Las nueve. Sus padres les volverían a reñir por llegar tarde a casa. Las flautas miraron atrás y aún pudieron distinguir el cartel de ENTRADA. El violín primero trató de continuar, pero el piano abrió la tapa y se la tragó. Ja, ja, ja, rieron nerviosas. ¿No le gustaba la música?, pues con ese piano acompañante se iba a enterar. Continuaron por la ruta y, cuando ya vislumbraban la señal de EXIT, tres espeluznantes atriles les cortaron el paso.

Por una de 24

De puntillas 
Suspiró profundamente y recogió dos cubiertos Cruz de Malta caídos al suelo durante la cena. Comprobó que no había nadie que se chivara al catering, los ocultó en la chaquetilla, picó una aceituna, se lío la bufanda al cuello, y salió como si se hubiera acostado con el vecino de enfrente: de puntillas. Era lo convenido, 150 euros por servir la cena y salir pitando. ¿Cuántos te faltan?, le preguntó el noviete observando el botín de la noche. Dos tenedores y tres cucharillas de postre, para una cubertería de 24. ¿El cucharón? Lo tengo. ¿Y te arriesgas tanto por…? Mi madre, la pobre, nunca tuvo una.

23 de enero de 2014

Daos fraternalmente la paz

Fue la última vez que los vimos por el pueblo.
Pero esta vez, ella lloró burlando la suerte. Dos lágrimas escaparon mientras miraba al muchacho cuyas facciones delataban su paternidad. El daos fraternalmente la paz no despertó siquiera unas mínimas condolencias. Ahí te pudras, la oímos susurrar, mientras abrazaba al chico para enfilar juntos la puerta de la iglesia, dejando atrás al cura, al bochorno y al muerto. El párroco concluyó el oficio; para esto les pagan, nos dijo, y cuando alzamos el cajón para dirigirnos al cementerio, se cayó una nota que decía: Adiós. Tus hijos. Fue la última vez que los vimos por el pueblo.

16 de enero de 2014

Arte efímero

¡Bum!
Y así, tontamente, acabe pegándome un tiro en la sien con el índice, después de que firme la sentencia de divorcio y rompa el libro de familia por la mitad, una para cada uno, en infausto recuerdo de nuestro festejado matrimonio. La separación, hoy en día, es ley de vida, me soltó a bocajarro. El mundo se paró y me pilló con el pie cambiado, al carnicero comprando bacalao, y a ella lamiéndose la boca como si hubiera degustado una sopa juliana y estuviera esperando un solomillo a las finas hierbas sin haberlo pedido. ¡Bum! Punto y final. Arte efímero, pensé, como las fallas de Valencia.

11 de enero de 2014

Esculpida en silicona

Así la recordaba yo
Esculpida en silicona de arriba a abajo. Así la recordaba yo, en sus más mínimos detalles. Y ahora estoy aquí, otra vez, sentado, esperando, pasto de los nervios y esclavo del reloj. Como en nuestra mejor época universitaria. La puerta se abrió y la vi aparecer como un rompehielos abriéndose paso entre icebergs de asistentas, Samsonites y chihuahuas, escrutando ávidamente los rincones del aeropuerto sin conseguir localizarme. Observar sin ser observado. Eres un gran profesional me dije, y desaparecí entre la multitud para envidia de Houdini. ¡Qué tonto había sido al pensar que el tiempo lo cambia todo!

9 de enero de 2014

Piernas de jilguero.

Carduelis, carduelis (Jilguero, jilguero). Si, es un jilguero.
Naricilla respingona y un cuerpazo de escándalo que hipnotizaba al personal mientras quemaban lípidos al ritmo de los Black Eyed Peas. Y allí estaba el que nunca faltaba a sus sesiones… Torpe y calvo, embutido en una malla deportiva que perfilaba su redondez a duras penas sostenida por dos piernas de jilguero. La cara de la monitora lo decía todo: por mucho que lo intentara, el pánfilo no pillaba aquél ritmo ni actuando como marioneta. Terminada la sesión, coincidían en el lavabo, se enganchaban por la cintura y salían del gimnasio más apretados que tuercas de submarino.

4 de enero de 2014

Quedé con Luis


Soy mediadora social...
La mujer que iba en el coche a mi lado dio brillo a su labios, se ajustó las gafas negras y se enfundó un suéter rosa que disimulaba bien sus formas femeninas. ¿Me estás evaluando, verdad? Soy mediadora social, ¿recuerdas? Capto esas cosas. ¿Es qué todos hacéis lo mismo? Los que ejercemos de padres sí, contesté rotundo. Pues vaya cruz, bromeó burlona. Ya me puedes dejar aquí. Quedé con Luis. Estacioné el vehículo y se bajó al tiempo que desplegaba su bastón blanco y se enganchaba como por arte de magia al brazo (el de Luis, supongo) con más familiaridad de lo esperado, sin apenas ruborizarse, sin despedirse, para perderse luego sin girar la cabeza atrás en el río de gente que entraba y salía del edificio de la ONCE con sus perros lazarillos. Sí. Aquella era mi hija. Me sentía orgulloso. Nunca lo hubiera imaginado. Dooong, dooong… El reloj de la catedral tocó las nueve.