23 de enero de 2014

Daos fraternalmente la paz

Fue la última vez que los vimos por el pueblo.
Pero esta vez, ella lloró burlando la suerte. Dos lágrimas escaparon mientras miraba al muchacho cuyas facciones delataban su paternidad. El daos fraternalmente la paz no despertó siquiera unas mínimas condolencias. Ahí te pudras, la oímos susurrar, mientras abrazaba al chico para enfilar juntos la puerta de la iglesia, dejando atrás al cura, al bochorno y al muerto. El párroco concluyó el oficio; para esto les pagan, nos dijo, y cuando alzamos el cajón para dirigirnos al cementerio, se cayó una nota que decía: Adiós. Tus hijos. Fue la última vez que los vimos por el pueblo.

16 de enero de 2014

Arte efímero

¡Bum!
Y así, tontamente, acabe pegándome un tiro en la sien con el índice, después de que firme la sentencia de divorcio y rompa el libro de familia por la mitad, una para cada uno, en infausto recuerdo de nuestro festejado matrimonio. La separación, hoy en día, es ley de vida, me soltó a bocajarro. El mundo se paró y me pilló con el pie cambiado, al carnicero comprando bacalao, y a ella lamiéndose la boca como si hubiera degustado una sopa juliana y estuviera esperando un solomillo a las finas hierbas sin haberlo pedido. ¡Bum! Punto y final. Arte efímero, pensé, como las fallas de Valencia.

11 de enero de 2014

Esculpida en silicona

Así la recordaba yo
Esculpida en silicona de arriba a abajo. Así la recordaba yo, en sus más mínimos detalles. Y ahora estoy aquí, otra vez, sentado, esperando, pasto de los nervios y esclavo del reloj. Como en nuestra mejor época universitaria. La puerta se abrió y la vi aparecer como un rompehielos abriéndose paso entre icebergs de asistentas, Samsonites y chihuahuas, escrutando ávidamente los rincones del aeropuerto sin conseguir localizarme. Observar sin ser observado. Eres un gran profesional me dije, y desaparecí entre la multitud para envidia de Houdini. ¡Qué tonto había sido al pensar que el tiempo lo cambia todo!

9 de enero de 2014

Piernas de jilguero.

Carduelis, carduelis (Jilguero, jilguero). Si, es un jilguero.
Naricilla respingona y un cuerpazo de escándalo que hipnotizaba al personal mientras quemaban lípidos al ritmo de los Black Eyed Peas. Y allí estaba el que nunca faltaba a sus sesiones… Torpe y calvo, embutido en una malla deportiva que perfilaba su redondez a duras penas sostenida por dos piernas de jilguero. La cara de la monitora lo decía todo: por mucho que lo intentara, el pánfilo no pillaba aquél ritmo ni actuando como marioneta. Terminada la sesión, coincidían en el lavabo, se enganchaban por la cintura y salían del gimnasio más apretados que tuercas de submarino.

4 de enero de 2014

Quedé con Luis


Soy mediadora social...
La mujer que iba en el coche a mi lado dio brillo a su labios, se ajustó las gafas negras y se enfundó un suéter rosa que disimulaba bien sus formas femeninas. ¿Me estás evaluando, verdad? Soy mediadora social, ¿recuerdas? Capto esas cosas. ¿Es qué todos hacéis lo mismo? Los que ejercemos de padres sí, contesté rotundo. Pues vaya cruz, bromeó burlona. Ya me puedes dejar aquí. Quedé con Luis. Estacioné el vehículo y se bajó al tiempo que desplegaba su bastón blanco y se enganchaba como por arte de magia al brazo (el de Luis, supongo) con más familiaridad de lo esperado, sin apenas ruborizarse, sin despedirse, para perderse luego sin girar la cabeza atrás en el río de gente que entraba y salía del edificio de la ONCE con sus perros lazarillos. Sí. Aquella era mi hija. Me sentía orgulloso. Nunca lo hubiera imaginado. Dooong, dooong… El reloj de la catedral tocó las nueve.