8 de enero de 2015

En brazos de Morfeo

Zzzzzzzz
Sin saber por qué, le di un puñetazo, pero fue más rápido que yo y, henchido cual  tonel de vino 0+, levantó el vuelo para aterrizar en un lugar del techo donde se creía inalcanzable. Tomé la pala matamoscas, le di las gracias a Papá Noel por regalármela ex profeso, y le aticé un estacazo que le hizo explotar como un tomate cherry bajo las ruedas de un Ferrari. Fue un acto terapéutico. Exhalé un suspiro que se oyó desde Morón y descansé, por fin, en los brazos de Morfeo, sin importarme demasiado lo que pasara en el resto del mundo –o en aquella base aérea.

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