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L i c e n c i a de autor
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17 de febrero de 2022
Donde ponía el ojo...
No
había flecha que le pudiera hacer daño, ni
pesadilla
que le asustara, ni
perro
que le ladrara..., se repetía procurando estarse quieto, como
un
poste clavado al suelo.
Eso
sí, esperaba que existiera algún
dios,
o
algo o alguien, que le protegiera
en casos como aquel.
Atenazado
por los nervios, gritó desde
cien pasos de distancia:
“Padre, lanza
la flecha ya. No
voy a estar todo el día aquí con la manzana en la cabeza”.
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