4 de enero de 2014

Quedé con Luis


Soy mediadora social...
La mujer que iba en el coche a mi lado dio brillo a su labios, se ajustó las gafas negras y se enfundó un suéter rosa que disimulaba bien sus formas femeninas. ¿Me estás evaluando, verdad? Soy mediadora social, ¿recuerdas? Capto esas cosas. ¿Es qué todos hacéis lo mismo? Los que ejercemos de padres sí, contesté rotundo. Pues vaya cruz, bromeó burlona. Ya me puedes dejar aquí. Quedé con Luis. Estacioné el vehículo y se bajó al tiempo que desplegaba su bastón blanco y se enganchaba como por arte de magia al brazo (el de Luis, supongo) con más familiaridad de lo esperado, sin apenas ruborizarse, sin despedirse, para perderse luego sin girar la cabeza atrás en el río de gente que entraba y salía del edificio de la ONCE con sus perros lazarillos. Sí. Aquella era mi hija. Me sentía orgulloso. Nunca lo hubiera imaginado. Dooong, dooong… El reloj de la catedral tocó las nueve.

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