¡Bum! |
Y así, tontamente,
acabe pegándome un tiro en la sien con el índice, después de que firme la sentencia de
divorcio y rompa el libro de familia por la mitad, una para cada uno, en infausto
recuerdo de nuestro festejado matrimonio. La separación, hoy en día, es ley de
vida, me soltó a bocajarro. El mundo se paró y me pilló con el pie cambiado, al
carnicero comprando bacalao, y a ella lamiéndose la boca como si hubiera
degustado una sopa juliana y estuviera esperando un solomillo a las finas
hierbas sin haberlo pedido. ¡Bum! Punto y final. Arte efímero, pensé, como las
fallas de Valencia.
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