14 de marzo de 2014

400

Cuatrocientos
Nuestros mismos ojos, dijo, masajeándose las ojeras con el índice mientras se observaba por el retrovisor. Nuestro mismo pelo, ironizó, surcando las canas con los dedos. ¡¿Qué es esto?! ¿Manchas en las manos...? Estacionó como pudo, cargó el bolso a la izquierda y salió disparada hacia al despacho. ¡Corra, jefa, ahora son cuatrocientos! ¿Pero ya viene usted sudando...? Aquel trabajo le estaba pasando factura. ¿Quién se lo iba a agradecer? ¿La comisaria europea Malmström? Tendría que estar allí, ahora. Abrió la ventana y con el fresco se coló un quiquiriquí desde no se sabe dónde. A ti tampoco te oirán en Bruselas, pensó.

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