11 de octubre de 2015

El café de las siete

El puñetero ojo de la cerradura despertó con las voces de las empleadas al llegar. Accionaron a ciegas el interruptor de la luz y se dispusieron a salir del almacén. El mantenimiento lo hizo dando tropezones hasta la salida de emergencia por la que escapó dando un portazo que agitó la superficie del café que las empleadas tomaban a las siete de la mañana. Luego apareció la gobernanta con un montón de ropa y, colocándose las greñas en su lugar, dio instrucciones precisas de cómo planchar, doblar  y guardar aquellas prendas en los armarios. ¿Entendido, mojigatas? Pues a trabajar, que para eso les pagan. 

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