los cursillistas.
—Cuando los sepan hacer —continuó explicando el chef—, invitan a sus parejas a casa, les hacen los buñuelos y les sueltan lo de irse a vivir juntos.
—Sí, chef —asintieron los participantes encomendando sus esperanzas más al buen rato de sartén que a las duras horas de gimnasio.
—Pues venga, machotes —animó el chef—, ya están cascando los huevos.
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