1 de diciembre de 2013

Marí


Cessna 250
Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Fue la misma sensación que tuve dos semanas antes en el hangar del skydive, cuando Marí se coló en mi vida, aventó mis mezquindades y llenó mi vacío interior hasta rebosar. Con un gesto brusco abrió la portezuela de la Cessna 250 y dejó que el alisio me abofeteara sin contemplaciones (¡toma, por bobo!). Me sonrió y se lanzó a cielo abierto hundiéndose en el mar de algodón igual que desaparece una almendra blanca en una blanda masa de repostería. Yo siempre había sido un pasmado. Tragué saliva. Comprobé el paracaídas, ajusté el cinturón y ayudándome de una rápida cuenta atrás (tres-dos-uno), salté tras ella.

2 comentarios:

  1. Hola, José Ignacio.

    Tragar saliva ayuda, a mí me ayuda.
    Buen texto.
    Besos.

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    Respuestas
    1. Me alegro que te guste. Lo escribi para el concurso internacional. ¿Participaste?

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