14 de junio de 2014

No era broma

Saltaban las alarmas...
Era una pesadilla. Era como comparecer ante ellos mismos y decirse que sí, que les estaba pasando. A ellos, que trabajaban 24 horas en una prestigiosa firma que les permitía tener una gran casa, un buen coche y darle a él móviles, tabletas, portátiles y lo que fuera menester. Tenían la amarga sensación de estar pagando una fianza sine die por las andanzas de un chiquillo que les estaba partiendo el corazón y robando el alma. Saltaban las alarmas y no sabían desactivarlas: la de faltar dinero, la de fugarse del Instituto... La policía les advirtió, abogados, de las compañías en las que andaba su hijo. Pero, ¿cómo enseñas a un adolescente al que le dices algo hoy y mañana tienes que repetírselo, repetírselo y repetírselo? Pues hablen su lenguaje, pídanle su opinión, consulten a Calatayud… Aconsejaron alegremente en el bufete (perdonen, es broma, se corrigieron al ver sus caras). 

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