9 de julio de 2015

Por poco

Por poco, ¿eh, amigo?
Su mujer lo sorprendió en el garaje subiéndose a la bici. Ten cuidado, le dijo. Él restó importancia al comentario porque el domingo por la mañana apenas había tráfico en la carretera. Era la misma carretera secundaria por donde un tráiler de 30 metros de largo y 20 toneladas de peso avanzaba peligrosamente invadiendo el carril contrario en los tramos más comprometidos. Todo sucedió en un golpe de pedal. La bestia metálica apareció en la curva devorando la calzada hasta dejar dos palmos de asfalto que le salvaron de morir con la cabeza reventada contra la carrocería del camión que en medio del chirriar de frenos, gritos desesperados y una densa polvareda gris embarrancó 50 metros más adelante destrozando vallas, arbustos y todo cuanto encontró a su paso. La sangre golpeaba sus sienes, un sudor frío  corría por su espalda y el tembleque de las piernas le obligó a bajar de la bici e hincar las rodillas en el suelo hasta que las fuerzas le abandonaron. Por poco, ¿eh, amigo?, por poco… le decía el camionero dándole palmaditas en la espalda mientras él sacudía la cabeza incrédulo y sentía el calor del orín entre las perneras del culotte.

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