2 de enero de 2022

Artesanía de caña

Y eso, ¿es una cesta o un sombrero?
"...el viejo artesano armaba una cesta"
Sentado sobre un tocón de nogal y a la sombra de un parral de bujariego, entre montoneras de cañas limpias, medio limpias y sin limpiar, el viejo artesano armaba una cesta observando de reojo como cinco mocosos del barrio, comandados por Jeiziel, le rondaban con sus bicis.

- Y eso, viejo, le decían, ¿es una cesta o un sombrero?

-¿A ver si me das?, le retó Jeiziel.

-¿A ver si nos das?, le retaron todos.

Primero, pensó el artesano en dar un pisotón en el suelo y espantarles como se espanta a un gato, ¡zape gato! Luego, creyó mejor aceptar el reto y zumbarle al comandante Jeiziel un cañazo en el trasero como le atizaba a él su maestro cuando fallaba un río de España o una capital de Europa. Pero como lo uno y lo otro se le antojaron poco pedagógico, optó por echar mano al porrón, tomar un ruidoso trago de agua fresca, glu, glur, grul, glu, y poner a la vista -y narices- del comandante y soldadesca su portentoso bocadillo de chorizo y queso blanco.

-¿Me da un poco?, rogó Jeiziel con cara de San Antonio bendito, el santo patrón del pueblo.

-¿Nos da un poco?, suplicaron los demás pillastres poniendo ojitos de aspirante a monaguillo.

Con su afilado cuchillo de destripar conejos, el artesano dio un corte a lo largo, raaas, y dos a lo corto, ras, ras, al bocadillo.

-¿Dos por tres?, preguntó a los pillastres.

-Seis, son seis.

-Pues mira por donde ya sabéis multiplicar.

Luego colocó el bocadillo troceado ante los chicos e insistió:

-Y seis entre seis, ¿a cuántos tocan, eh? ¿A cuántos?

-A uno, tocamos a uno.

-Pues ya sabéis dividir.

-¿Y se dice?

-Gracias, se dice gracias.

-Pues díganlo.

-Gracias.

-Pues ya sabéis educación.

Dando por terminada la improvisada clase y por comido el bocadillo, el artesano de caña mandó a los mozalbetes derechitos para sus casas, ¡hala, a casa!, y continuó armando la cesta e intentando recordar… cómo era… el poema aprendido de su padre…, ah, sí:

     Y todo un coro infantil

     va cantando la lección

     cien veces ciento, diez mil

     mil veces mil, un millón.

-¡Ay, si don Benito levantara la cabeza!, se dijo con media sonrisa en la boca.

-¿Tiene más bocadillos?

-¡A casa he dicho, majaderos! ¡A casa! Será posible… 

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