30 de enero de 2022

Cero (0).

Sube la tele, hijo… con ese no, con el mando de Netflix. ¿Oyes...? Pues eso, nada. Esas personas ni hablan, ni conversan, ni dicen media palabra. Como un saxofonista sin saxo. No hablan quienes ajustan su paso al ritmo de las explosiones. Pero vaya sí comunican. Nada bueno está pasando cuando observas todo un repertorio de caras desencajadas, miradas perdidas, movimientos exactos. Cuando ves meter la vida en estrechos coches y atarla a panzudas camionetas como exigua esperanza de futuro. Debes aprender esa suerte de señales. Ir allí y ponerte gafas y mascarilla, sentir la tierra moverse bajo tus pies y la ceniza caer sobre tus hombros. Es increíble, pero acabas enamorándote de esa increíble fuerza de la Naturaleza sin apartar la mirada o esconder los oídos al réquiem de desolación escrito a fuego y lava sobre la piel de La Palma. A mi me pasó.

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