13 de diciembre de 2012

De un zapatazo


¡Con cuidado para que no se le caigan los alfileres!, le vociferó a la madrastra para que ajustara presta el vestido de novia ocultando la sangre del apuñalamiento del primer marido; ¡con suavidad para que no se arrugue!, le gritó a la hermana mayor que colocaba nerviosa el largo velo blanco con el que ahorcaron al segundo marido; ¡con decisión para que brille como el oro!, increpó a la hermana menor que lustraba la pesada corona con la que fracturaron la cabeza del tercer marido; ¡con elegancia para que disimule el engaño!, le requirió a la inquieta sirvienta que preparaba meticulosa un ramo de flores idéntico al que intoxicó al cuarto marido; y tú, ¡con buen gusto para que parezca un salón de recibir!, mandó por último al cochero que aireó sillones, limpió faroles y comprobó la tensión de las riendas de la carroza con las que estrangularon al quinto marido. Una vez finalizó este (cada vez más largo) rosario de altivas exigencias, se agachó despacio ante su ahijada y le calzó, para esta sexta ocasión, un par de afiladísimas zapatillas de cristal mientras maldecía furiosa el enorme desperdicio que habían supuesto sus anteriores ciento cincuenta años de torpes encantamientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario