6 de diciembre de 2014

Nuestro número de la suerte

Es este. El 115. Cerraron la puerta tras su espalda, dejaron las copas por aquí, soltaron las maletas por allá, e hicieron volar sombreros y chaquetas, aflojaron hebillas y cordones, desabrocharon botones, deshicieron lazos y desataron cinturones incapaces de contener por más tiempo los empujes del deseo. Si lo hubieran planificado no hubiera salido mejor. La respiración se entrecortó, el ritmo cardíaco se aceleró y los pulmones bombearon el oxígeno que necesitaba aquel ataque de pasión. Habían tenido mucha suerte. Los seleccionaron in extremis para el servicio del buque más grande del mundo e iban a aprovechar aquella oportunidad que les brindaba la vida. Cobrarían un buen sueldo y al finalizar el crucero tendrían dinero suficiente para empezar casi en cualquier sitio. Con las manos entrelazadas y el corazón palpitante, dijeron adiós al pasado y sus miradas buscaron un futuro esperanzador en la dirección que les marcaba la proa. El  horizonte parecía estar más cerca y las estrellas al alcance de la mano. ¿No era increíble? Definitivamente el 115 iba a ser su número de la suerte.

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