1 de febrero de 2013

Monk

Monk
“¡Pero si es una mona!”, fueron las últimas palabras con sentido que pronunció una anciana nonagenaria instantes antes de perder los dedos índice, corazón y anular de su mano derecha por meterla en el carrito de un bebé que sus padres dejaron olvidado por descuido en el parking de un conocido supermercado de las afueras. Según se cree, una hembra de chimpancé fugada del circo Primus Pilum que días antes había perdido a su pequeñuelo en las garras de un tal Simba, asumió instintivamente la guarda y custodia del cochecito (y de la criatura que iba dentro, claro). Al parecer, la mona mordió salvajemente la mano de la anciana en respuesta a las repetidas carantoñas a las que sin miramiento alguno estaba sometiendo a  “su nueva cría”, bajo el temor de volverla a perder. Al benjamín se le encontró en perfecto estado de salud, comiéndose un plátano canario Eurobanan (con manchas negras) y diciendo algo así como “eta no é mamá, eta no é mamá”. Los padres de Monk, que así se llamaba el bebé, lamentaron el accidente de la abuela, pero agradecieron sobremanera al primate que cuidara tan bien de su retoño, afirmando que “Ellos también lo hubieran hecho”.

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